Sobre mí
Desde siempre la tecnología ha guiado mis pasos. No importaba si, con unos pocos años, intentaba desguazar una radio allá por los 70, para averiguar de dónde venían esas voces, o si intentaba convencer al mismísimo Steve Jobs, con su jefe de prensa al lado, para que concediera una entrevista a un pequeño periódico de provincias. Al final, todo en mi vida ha sido periodismo, comunicación y tecnología.
Graduado en comunicación audiovisual cuando "lo audiovisual" se hacía de forma analógica, mis ganas de ver mundo me llevaron a los Países Bajos (Holanda en aquellos años) y Alemania, siempre con un objetivo final: Estados Unidos. Pero una carambola del destino, que empezó con los atentados del 11 de septiembre de 2001, quiso que terminara volviendo a Mallorca y descubriera la que iba a ser mi gran pasión: el periodismo.
Allí fue cuando empecé a escribir, primero en mi blog, y luego en ese pequeño periódico de provincias mallorquín. Y sobre tecnología. La incipiente tecnología que nacía con el siglo en forma de teléfonos móviles, con nuevas vías de comunicarnos a través de blogs, internet, redes sociales, el wifi... y los smartphones. Daba igual de lo que escribiera, siempre que fuera algo digital. Daba igual dónde escribiera, siempre que fuera sobre tecnología. Daba igual a dónde viajara, siempre que fuera para descubrir un nuevo dispositivo electrónico que colmara mis ganas por aprender más y más sobre tecnología.
Por aprender, y por comunicar.
El tiempo fue pasando, las tecnologías creciendo, y los comportamientos humanos, aprovechando esa tecnología. Para bien y para mal. Un día te despiertas y empiezas a notar que el uso de las redes sociales no es el que debería, que la moderación que se suponía iba a haber brilla por su ausencia, y que las redes sociales dejan de ser sociales para convertirse en redes que te atrapan. Redes de manipulación, de mentira y de engaño. Cada vez más peligrosas. Cada vez más repletas de jóvenes. Cada vez más peligrosas para niños que mienten sobre su edad para hacerse una cuenta en la enésima red social de moda, donde los pederastas acechan detrás de cada publicación y las mentiras arraigan en las mentes menos preparadas.
Y esas mismas redes sociales empiezan a plagarse de perversos algoritmos que premian la bronca, el sinsentido y la confrontación. La sociedad se polariza cada vez más y los grupos giran en torno a noticias falsas, totalmente inventadas, que ayatolás del engaño propagan sin pudor a través de canales subvencionados por lobbys más interesados en silenciar al pueblo. Pan y circo.
En 2014 inicio un programa educativo para padres. Su nombre, Los Encuentros Tech. Al aula, prestada en un colegio público para la ocasión, asistieron 5 personas: mi mujer, mis tres hermanos y la directora del centro que nos cedió el aula. Me desanimo, pero no desfallezco. Conozco la problemática que las redes sociales, los bulos y la desinformación van a provocar. Sé lo que va a pasar con la tecnología, con los perversos algoritmos, con la información falsa. Se une mi amiga Eva Añón. Y seguimos siendo cuatro gatos, pero no desfallecemos. Estamos haciendo lo correcto. Con Los Encuentros Tech buscamos educar a padres en el uso de la tecnología para, de esta forma, poder anticipar y solucionar los problemas digitales que sus hijos iban a tener, antes o después. Las charlas, impartidas en colegios e institutos, no dejan de ser una forma de ayudar que, para muchos, no era más que una frivolidad. Una frivolidad que, en su última edición, pocos meses antes del confinamiento y cuando ya sabíamos que la pandemia era un peligro inminente y real, convocó a 250 padres y madres preocupados por lo que se nos venía encima. Era el inicio de 2019.
Y es que, el mayor arma, la más poderosa de todas, para luchar contra la desinformación tiene un nombre: educación.
Steve Jobs, Gordon Moore, Hideo Kokima, Tim Cook, Mark Zuckerberg, Jack Dorsey, Elon Musk, Shigeru Miyamoto, Larry Page, Steve Wozniak, Kaz Hirai... Estos son solo algunos de los nombres que me han acompañado durante un increíble viaje que me ha llevado a compartir vivencias con las que son –o han sido– algunas de las personas más brillantes en la historia de la tecnología. Genios que, por encima de todo, disfrutaban compartiendo con los demás una máxima: tener pasión por lo que haces siendo honesto contigo mismo y con los demás.
Pasión y honestidad. Pasión para luchar contra la falsedad y honestidad para contarlo.
Con el paso del tiempo, mi desconocido blog, nacido con el nuevo siglo, se convirtió en una página semanal en un pequeño periódico local. Y la página semanal se hizo mayor al publicarse cada vez en más y más medios. Cada vez con una mayor periodicidad. Cada vez en más secciones. La tecnología lo inundaba todo.
Y luego vendrían los digitales, y las redes sociales, y YouTube, y la Cadena Ser, y los millones de lectores y oyentes en todo el mundo, quienes disfrutaban, reían o te atacaban en función de lo que escribías o contabas. Y en 2018, llegaba el premio Dolby Innovación en el apartado de Comunicación. La primera vez que se le entregaba a un periodista y no a un medio de comunicación. Ese año escribí 418 piezas informativas y grabé otras 63 para la radio junto a otro centenar de vídeos. Nada mal.
Pero el periodista no era periodista, porque le faltaba la titulación. Bien se encargaron de recordármelo en una de las más prestigiosas universidades de nuestro país cuando, tras pedirme que impartiera la clase magistral de cierre del Master en Comunicación Digital, y lo hiciera con un éxito sobresaliente según los alumnos, se interesaron por contratarme. La falta de un papel timbrado se encargó de que no pudiera dar esas clases.
Tras ese brutal puñetazo de realidad solo había una opción: conseguir el dichoso papel timbrado.
Y aquí estamos.
Aquí estamos pese a saber que mi camino profesional no volverá a pasar ni remotamente cerca una redacción. Desde hace unos años me dedico a ayudar a empresas a optimizar sus procesos tanto productivos como de comunicación utilizando la tecnología. Aprendí de los mejores, de los que inventaron esas tecnologías, y esta es una forma económicamente mucho más generosa de ganarse la vida.
Aunque menos satisfactoria. Afortunadamente he encontrado esa falta de satisfacción en otra parte: la universidad. Una universidad que me acerca un poco a esa dulce ambrosía llamada periodismo y que tanta felicidad me produce.
Un día te das cuenta de que tienes el final de tu vida mucho más próximo que el inicio. Y sin quererlo te encuentras redactando una breve biografía para un trabajo de clase gracias al cual te percatas de que tu vida ha sido maravillosa. Es maravillosa. Descubres que has alcanzado hitos increíbles, que has viajado por todo el mundo, que has compartido conversaciones con personas que aparecen en los libros de historia y cuyas enseñanzas siempre te acompañaran. Un día, descubres lo que ya sospechabas: que en esta vida, la pasión y la honestidad te llevan a todas partes.
Así que, cuando en las pautas del trabajo de clase te piden que expliques por qué has decidido centrarte en la cuestión particular de la educación para luchar contra la desinformación y los bulos, sabes lo que vas a responder: por pasión y honestidad.


Pasión por el periodismo tecnológico y la comunicación


Sobre mí
Estudiante de periodismo, comprometido con la verdad y la información.












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